No cabe duda de que en la medida que sepamos quién es Jesús y le
conozcamos profundamente, nuestra vida cambia y toma un rumbo distinto. Ese es
el testimonio de todos los santos: desde el momento de su conversión, todo en
su vida toma un nuevo giro.
También yo, Señor, necesito una señal, un espaldarazo que me anime a
bajar al mundo y, siguiéndote, vivir en él sin ser del mundo. Sabiendo que Tú
estás presente en cada instante de mi vida, es ahí donde debo dejarme
transfigurar por tu Amor Misericordioso.
Ahora, ¡mucho cuidado! No todos estamos llamados a vivir con la misma intensidad ni por el mismo camino. Sí, todos estamos llamados a la santidad, pero, solo Dios sabe qué medida de santidad espera de cada uno. Pongámonos en sus manos y dejemos que el Espíritu Santo dirija nuestra vida. Ese será el camino.
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