La madurez no se alcanza de un día
para otro. No se mide ni se ve fácilmente, pero se descubre con el tiempo. La
razón y el sentido común no dependen de los avances técnicos, sino del proceso
paciente de la vida.
Soy consciente, de tu presencia, Espíritu Santo, al menos eso intento y quiero. Pero, como muy bien expresa esta oración, soy incapaz de sentirte y descubrir tu presencia. Es más, no llego a comprenderte ni a entenderte. Superas todas mis capacidades. Aumenta mi fe y dame el don de fortaleza y sabiduría para seguir tus pasos. Amén.
Y ese tiempo exige paciencia,
ritmo y servicio. Si no respetamos este proceso y nos dejamos arrastrar por la
impaciencia y la prisa, la fruta no madura y se estropea. El tiempo se pierde y
habrá que volver a empezar. Conviene estar vigilantes y pacientes haciendo las
cosas como Dios manda para llegar al encuentro final con Él.
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