Seguir a
Jesús no consiste en cumplir sus preceptos, sino en responder, con nuestra
vida, a esa Voluntad del Padre, a la que Él es fiel, entregando su Vida.
No lo
pensamos, quizás ni podamos pensarlo. El Amor de Dios es tan grande que no cabe
en nuestro corazón. Sin merecerlo, nos ama hasta entregarnos su Vida para
salvar la nuestra.
Y nos la
muestra de palabra y con sus obras, señalándonos el Camino, la Verdad y la
Vida. Siguiéndole, no hay pérdida; vamos con total garantía a ese destino al
que somos llamados.
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