Saber que también tú y yo tendremos nuestros
momentos de pasión y muerte nos ayuda a estar preparados y a asumir, como
Jesús, por la gracia del Padre, su voluntad.
Señor, dame la sabiduría de saber que tu Espíritu ha
venido a mí desde la hora de mi bautismo. El mismo Espíritu que acompañó a tu
Hijo al desierto. E infunde a mí, Señor, la paz y fortaleza de sentir la
presencia de tu Espíritu.
El sabernos amados profundamente por nuestro Padre Dios nos fortalece para atravesar esos momentos. Unidos a la Pasión y Muerte de Cristo, incluso nuestras cruces se transforman en victoria. Allí donde parece que todo termina, comienza nuestro verdadero triunfo.
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