El mundo
se sostiene gracias a tantas personas buenas, reflejos de los ángeles, que
actúan con intención limpia, generosa y bondadosa. A pesar del mal —encarnado
en el demonio, mundo y carne—, el bien siempre termina abriéndose paso.
"Aunque
busque saciar mi sed de las cosas de este mundo, nunca podré saciarme; porque
solo Tú, mi Señor, puedes darme esa agua viva de vida eterna que calma mi
sed".
El hombre de limpio corazón se abre a la verdad, y la escucha, y la pone en práctica en los actos de su vida. De alguna manera, estamos necesitados de gente buena. Ejemplo: Natanael, para que el mundo crezca en santidad y buenas obras.
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