Solo
quien acepta la humillación aprende la humildad verdadera. Y solo quien aprende del que es Misericordia puede ser misericordioso.
Lo
sé, Señor, y te doy las gracias. Porque, todo me viene de Ti, y el conocerme es
Gracia tuya que me ayuda a sostenerme en los momentos de mis debilidades y
humillaciones. Y me ayuda a ser humilde. Tu presencia me sostiene.
En
la humildad encontramos el descanso del alma: la paz que nace del amor
misericordioso de Jesús, que alaba al Padre por revelar su verdad no a los
sabios, sino a los sencillos y humildes de corazón.
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