Cuando nuestra suficiencia camina en las alturas
del poder y la fuerza, nada entra sin permiso de su razón, que manda y cierra
la puerta a toda palabra.
La esperanza de creer que Tú, mi Señor, me
acompañas y me das fuerza y ánimo, me sostiene en la lucha de cada día. Pero mi
debilidad es tan grande, que a veces dudo de tu presencia. Fortaléceme, Señor,
y aumenta mi fe.
Y aunque la palabra venga de fuente divina, muchos la rechazarán, porque no sabe ver en lo pobre, en lo humilde y débil, la voz del mismo Dios.
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