Muchos rezamos el Padrenuestro cada día. Pero la
cuestión no es repetirlo… sino vivirlo. ¿Somos conscientes de lo que
prometemos cuando lo pronunciamos?
Señor, sé que hay muchos momentos donde mis
debilidades me incitarán a desobedecerte, y donde la dificultad tratará de
inclinarme a rechazarte. No permitas que el pecado me pueda y dame siempre un
corazón obediente.
Rezar es fácil; vivir lo que rezas, no tanto. Si tus palabras no se traducen en gestos de amor y misericordia, todo lo demás se desvanece. Dios no se fija en apariencias, sino en un corazón que ama y perdona.
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