Solo una cosa es válida: la escucha atenta de la
Palabra y el compromiso de vivirla cada día. Todo lo demás puede servirnos,
adornarnos y fortalecernos, pero solo la escucha y el cumplimiento de lo
escuchado nos harán verdaderamente bienaventurados.
Cada
día, Señor, agradezco tu presencia y tu infinita misericordia. Soy consciente
de que gracias a ella puedo alcanzar la Gracia de tu Amor, y la esperanza de
llegar un día a tu presencia y alabarte eternamente.
Seguir a Jesús implica eso: escucharle y cumplir lo que escuchamos. Si nuestras oraciones no desembocan en ese compromiso, posiblemente estaremos fingiendo… viviendo en apariencia, y no en verdad.
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