Dejaremos
entrar la Gracia de nuestro Padre Dios en la medida que nos hagamos pequeños
como niños: humildes, sinceros y abiertos a escuchar y a dejarnos guiar por su
Palabra.
Señor,
necesito la fe y el coraje para seguirte, para no instalarme en la indiferencia
a los demás, sobre todo a los necesitados. No solo de lo imprescindible, que necesitan
para vivir, sino de atención, escucha y misericordia.
Sin la humildad no podremos recibir la Palabra de nuestro Padre Dios. La oiremos, sí, pero no la escucharemos con el corazón. Llenos de autosuficiencia, cerraremos nuestra alma a su voz.
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