La llegada del Reino pide a
los seguidores de Jesús vivir con el corazón despierto, atentos y preparados
para su irrupción. Esto supone dejar a un lado las distracciones y los placeres
vacíos que adormecen el alma.
Señor, fortalece mi voluntad
para amar y darme gratuitamente en servicio a los demás. Es el reto de cada día
y donde suelo fallar siempre. Siembra, Señor, la paciencia y mansedumbre en mi
corazón para amar como Tú amas.
Se trata de mantenernos vigilantes ante el Dios que trabaja por la liberación del mundo y que ya está presente entre nosotros. Los signos del Reino suelen aparecer en lo pequeño y lo frágil, transformando la realidad desde dentro, hasta que un día resplandezca plenamente la verdad de lo que es.
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