Lo que tienes no
es tuyo. Cuesta pensar así, y más todavía entenderlo y asumirlo, pero ese es el
primer paso que hay que dar. Porque, una vez asumido y aceptado, tu desprendimiento
será más fácil y generoso. Entenderás que eres un pobre siervo.
Piensas que todo
lo que eres es obra de Dios. Te ha creado para que seas feliz. Por tanto,
acepta lo que eres y ponlo en manos del Señor alabándole y santificando su
Nombre. Todo ha sido creado para su gloria y a nosotros nos corresponde
dársela.
Un pobre siervo
que, todo lo recibido, lo pones en manos de su Señor para hacer su Voluntad.
Una Voluntad que pasa por servir a los más necesitados y pobres. Precisamente,
para eso has recibido más inteligencia, más capacidad de servicio, más
voluntad, más bienes, más …etc. Y si eso no lo pones en servicio, tu vida
quedará más vacía y perdida a pesar de que tú pienses y creas lo contrario. Al
final de tu vida sólo serás juzgado del amor que hayas dado.