No podremos evitar el dolor. El momento de nuestra
muerte será siempre una experiencia dolorosa. Sin embargo, si vivimos con la
esperanza de que la muerte es el paso a la vida eterna, el sufrimiento se
aligera.
Señor, desde el momento de tu muerte en la Cruz,
ella se ha convertido para nosotros en el signo de nuestra salvación. En ella,
Señor, nos has demostrado tu inmenso e infinito Amor, que nos redime de todos
nuestros pecados. ¡Gracias, Dios mío!
Quienes creen que la vida termina con la muerte, tendrán más dificultad para comprender y soportar el dolor. Sin esperanza, el sufrimiento pierde todo sentido y se vuelve más pesado de sobrellevar.